¿Qué es el alma? VII

Continuando con el tema de los filósofos modernos nos encontramos con Spinoza para quien solo hay una sustancia Dios y el alma la describe como:

Las almas individuales y los trozos separados de la materia son adjetivales; no son cosas sino, meramente, aspectos del Ser divino.

No puede existir la inmortalidad personal en qué creen los cristianos, sino sólo aquella inmortalidad impersonal que consiste en hacerse más y más uno con Dios.

 

 

Las cosas finitas se definen por sus límites, físicos o lógicos, es decir, por lo que no son: «toda determinación es negación».

Sólo puede haber un Ser que sea totalmente positivo, y tiene que ser absolutamente infinito. De esta forma se ve arrastrado Spinoza a un panteísmo completo y sin atenuaciones.

A Leibniz se le conoce más como matemático por su invención del cálculo diferencial que publicó en 1684, 3 años antes que Newton y que les llevó a una disputa deshonrosa pero su labor filosófica fue interesante, él creía en un número infinito de sustancias, que llamó mónadas y que el cuerpo humano está compuesto enteramente de mónadas, cada una de las cuales es un alma y cada una de las cuales es inmortal, pero hay una mónada dominante que es la que se llama el alma del hombre, de cuyo cuerpo forma parte.

Los cambios que se realizan en un cuerpo humano (en circunstancias ordinarias) ocurren a causa de la mónada dominante: cuando mi brazo se mueve, el propósito servido por el movimiento está en la mónada dominante, es decir, en mi mente, no en las mónadas que componen mi brazo.

En Metafísica afirmaba: cada alma es como un mundo aparte, independiente de todo, salvo de Dios; que es no solamente inmortal, y por decirlo así, impasible, sino que guarda en su sustancia huellas de todo lo que le sucede

Desde la última parte del siglo XVIII hasta el presente el arte, la literatura y la filosofía, han sido influidos, positiva o negativamente por lo que se ha llamado movimiento romántico, el cual no tenían ninguna simpatía por el industrialismo porque era feo, porque la búsqueda de dinero les parecía indigna de un alma inmortal y porque el crecimiento de las modernas organizaciones económicas interfería la libertad individual, sustituye las normas utilitarias por las estéticas.

Rousseau, contradictorio y polémico, ubicaba al ser en el alma y escribía:

A veces en la soledad de mi gabinete, apretándome los ojos con las manos o en la oscuridad de la noche, estoy convencido de que no hay Dios. Pero mirad a lo lejos: la salida del Sol, cuando dispersa las nieblas que cubren la Tierra y pone entre nosotros el maravilloso esplendor del escenario natural, disipa en un momento todas las nubes de mi alma. Hallo mi fe de nuevo, y a mi Dios y a mi creencia en Él. Yo le admiro y le adoro y me postro en Su presencia».

Si bien los filósofos de esta época se ocuparon más de cuestiones políticas no dejaron de razonar sobre cuestiones trascendentales.

Seguiremos la próxima semana analizando el tema del alma desde la perspectiva de los filósofos modernos.